Acércate a Dios

La visita inesperada

mayo 16, 2021

La visita inesperada

Existía en un pequeño pueblo un zapatero muy humilde y trabajador.

Era también un hombre muy religioso.

Antes de acostarse, al finalizar la jornada, hacía sus plegarias.

En una de las noches, mientras oraba, escuchó una voz que le dijo:

«Has sido grato a los ojos de Dios.

Por eso, mañana, él mismo vendrá a tu casa a visitarte»

El zapatero no pudo dormir de la emoción.

Se levantó temprano, barrió toda la casa.

Sabía que contaba con poco tiempo para adecentar el lugar.

En eso, pasó por allí un niño con los zapatos rotos y heridas en los pies.

Le pidió al zapatero que le arreglara las suelas.

A pesar de contar con tan poco tiempo para arreglar su casa, no pudo negarse ante las lágrimas del niño y le arreglo los zapatos.

Continuó su faena y cuando tenía casi todo listo llegó una viuda que había quedado muy sola y estaba deprimida.

Necesitaba desahogarse y le pidió al zapatero que la escuchara.

Pensó para sus adentros: «Todavía me falta montar la olla para la comida de la visita».

Sin embargo, no pudo resistirse a las lágrimas de la viuda y prefirió escucharla.

La señora se fue contenta.

Estaba atardeciendo y el zapatero se puso a cocinar los alimentos. En eso llegó un borracho con el estómago vacío y ardiente por el alcohol. Pedía un poco de comida.

El zapatero pensó:  «Y si viene Dios y me ve con este tipo de gente,

¿Qué va a pensar?

Además, si le doy comida, ¿alcanzará?»

Pero al final pudo más la compasión y el borracho comió y conversó con el zapatero.

Ya era de noche y el borracho se fue de la casa.

Las últimas horas fueron eternas.

Esperaba y esperaba, pero la ansiada visita no llegaba.

Ya muy tarde, se puso a rezar y le dijo a Dios:

«Señor, te he esperado durante todo el día. ¿Será que te decepcioné? ¿Por qué no has venido?»

Y en su corazón escuchó una voz que le decía:

«Claro que te visité: en el niño con los pies rotos, en la viuda deprimida, en el borracho con hambre,…

Y todo lo que has hecho por ellos, a mí me lo has hecho.

Gracias por recibirme tan bien».

Ese día el zapatero durmió feliz y en paz.

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