El matrimonio

YO NO AYUDO A MI ESPOSA

septiembre 12, 2019

YO NO AYUDO A MI ESPOSA 

Reflexión de un hombre que cumple sus obligaciones en casa y que no «ayuda» a su esposa en las tareas domésticas.

Un amigo vino a mi casa a tomar café, nos sentamos y hablamos, hablando de la vida. A un cierto punto de la conversación, le dije: «voy a lavar los platos y vuelvo enseguida».

Él me miró como si le hubiera dicho que iba a construir un cohete espacial. Entonces, me dijo con admiración pero un poco perplejo: » me alegra que ayude a su mujer, yo no ayudo porque cuando lo hago mi mujer no me alaba. La semana pasada lavé el piso y ni un gracias.»

Volví a sentarme con él y le expliqué que yo no «ayudo» a mi esposa. En realidad, mi mujer no necesita ayuda, ella necesita un socio. Yo soy un socio en casa y por vía de esa sociedad se dividen las funciones, pero no se trata de una «ayuda» las tareas de casa.

Yo no ayudo a mi esposa a limpiar la casa porque yo también vivo aquí y es necesario que yo también limpie.

Yo no ayudo a mi mujer a cocinar porque yo también quiero comer y es necesario que yo también cocine.

Yo no ayudo a mi mujer a lavar los platos después de comer porque yo también uso esos platos.

Yo no ayudo a mi esposa con sus hijos porque también son mis hijos y mi trabajo es ser padre.

Yo no ayudo a mi mujer a lavar, extender o doblar la ropa, porque la ropa también es mía y de mis hijos.

Yo no soy una ayuda en casa, soy parte de la casa. Y con respecto a elogiar, le pregunté a mi amigo cuando fue la última vez que, después de que su mujer termine de hacer alguna tarea doméstica le dijo gracias. Pero un gracias del tipo: ¡¡¡Wow, cariño!!! Eres fantástica!!!

¿Eso te parece absurdo? Te está pareciendo extraño? Cuando usted, que una vez en la vida, limpió el piso, esperaba en lo mínimo un premio de excelencia con mucha gloria… ¿por qué? ¿Nunca pensaste en eso amigo?

Tal vez porque para usted, la cultura machista haya mostrado que todo sea tarea de ella. ¿Tal vez usted se ha sido enseñado que todo esto debe hacerse sin tener que usted mover un dedo?
Elogiéla como usted quería ser elogiado, de la misma forma, con la misma intensidad.

Compórtate como un verdadero compañero, no como un huésped que solo viene para comer, dormir, bañarse y satisfacer las necesidades sexuales… Siéntete como en casa. En tu casa.

«El cambio real de nuestra sociedad empieza en nuestros hogares, enseñémosle a nuestros hijos e hijas el real sentido del compañerismo!»

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