Miércoles Santo
En el Evangelio de hoy, somos testigos de un momento crucial en la historia de la humanidad: la traición de Judas Iscariote hacia Jesús por treinta monedas de plata.
¿Cuántas veces nos hemos encontrado en la piel de Judas, traicionando a Jesús no con 30 monedas, sino con una lista interminable de deseos mundanos?
A veces decimos «Te amo» con labios fervientes, pero nuestras acciones cuentan una historia diferente.
Nos aferramos a cosas materiales, a ambiciones egoístas, a placeres temporales, olvidando el verdadero significado del amor y la entrega a Dios.
Judas es para nosotros un recordatorio doloroso de que existen caminos que nos llevan a callejones sin salida.
Son aquellos caminos marcados por la ambición, la traición y el egoísmo, que nos alejan de la luz y la verdad que Jesús nos ofrece.
En nuestra vida cotidiana, también enfrentamos decisiones difíciles y tentaciones que pueden llevarnos por caminos equivocados. Es crucial recordar que cada elección tiene un impacto, no solo en nosotros mismos, sino también en quienes nos rodean.
Cada uno de nosotros tiene la capacidad de cantar una canción única y hermosa en esta sinfonía llamada vida.
Sin embargo, como Judas, a veces elegimos quedarnos en silencio, dejando que las oportunidades pasen de largo y conformándonos con una versión empobrecida de lo que podríamos haber sido.
Que la historia de Judas nos impulse a reflexionar sobre nuestras propias decisiones y a buscar siempre la luz y el camino de la verdad y la integridad.
Que no desperdiciemos las oportunidades de ser quienes realmente estamos destinados a ser, y que en cada paso, recordemos que nuestra vida es una canción que merece ser cantada con todo nuestro ser.
Mirza Deras