EL ABRAZO DE PAPÁ
Cuando un padre se marcha, el mundo pierde un poco de su estabilidad y seguridad.
Nada vuelve a ser igual, porque una parte de nosotros también se va con él, dejándonos con un vacío profundo y silencioso.
Ya no podremos sentir la firmeza y la protección de sus abrazos, esos que nos hacían sentir invencibles. Nos hará falta su sabiduría, sus palabras de apoyo, sus enseñanzas que nos guiaban en cada paso que dábamos.
Las frases y consejos que solía repetir, ahora resuenan en nuestra mente, recordándonos su presencia constante y su amor incondicional.
Es cuando ya no lo tenemos cerca que comprendemos cuánto dependíamos de su fuerza y su guía.
Cuando un padre se marcha, nos convertimos en guardianes de su memoria, sin importar la edad que tengamos. Aunque hayamos formado nuestras propias familias, la ausencia de un padre siempre deja una marca indeleble.
La figura paterna siempre está con nosotros, su influencia se siente en cada decisión, en cada desafío, en cada momento de nuestras vidas.
De él aprendimos sobre la integridad, la responsabilidad, y el valor del trabajo duro.
Aun cuando somos adultos, llevamos dentro a ese niño que busca la aprobación y el aliento de su padre.
Porque su amor nos dio una base sólida, nos enseñó a ser fuertes y a enfrentar el mundo con confianza.
Siempre que necesites consuelo, recuerda el amor y las enseñanzas de tu padre.
No esperes a que se haya marchado para valorar su presencia.
Honra a tu padre si aún tienes la bendición de tenerlo contigo.
«El amor de un padre es un legado que llevamos en el corazón.
Valoremos y apreciemos cada momento con ellos, porque cuando se hayan marchado, solo nos quedará su recuerdo y la gratitud por todo lo que nos dieron.»
Créditos a quien corresponda