TE LO DIJE
Yo te lo dije, ¿quién no dijo o a quién no le dijeron esta frase alguna vez?
Se pusieron a pensar ¿cuanto significado hay en ella?
Y no lo digo desde la superación absoluta ni desde la tan buscada perfección, simplemente es algo en lo que continúo trabajando e interpelo a que otros puedan hacerlo también.
Esto de «no hagas lo que no te gusta que te hagan», y en este caso hablamos de palabras, que también indican una acción, y una acción que no es inocente.
Siempre que decimos algo lo decimos con una intencionalidad.
Eso de inocencia no aplica dado que siempre, aún cuando no lo hagamos completamente conscientes, tenemos una intención.
Cuando decimos algo lo hacemos para buscar una reacción, una mirada, un sentimiemto, una accion determinada, o simplemente mostrarnos de la forma en que queremos que nos vean los demás.
Nada es porque sí.
Todo, más profundo o mas superficial, tiene un para qué.
Cuando utilizamos esta frase tan común de «te lo dije» no hacemos sino traslucir nuestro ego.
A alguno de ustedes le gusta que se lo digan?
Y aún quienes lo dicen, creen que están sumando algo positivo o trascendente en el otro???
Aplicando algunas reglas que trato de aprehender en el día a día, antes de decir algo pensemos si aporta algo positivo a ese otro que tenemos delante nuestro, si suma en algo a nuestra conversación o si simplemente tendra un efecto contrario o negativo en la relación con ese «otro».
Cuando alguien vive una situación o esta atravesado una crisis (quizás tropezando con la misma piedra más de una vez), y nosotros le decimos algo que sabemos positivamente que probablemente así será (porque el pasado nos dice que está siguiendo por un camino ya transitado), estamos dando nuestro punto se vista sabiendo que el que debe atravesar esa situación es un otro, que quizás deba seguir tropezando con esa misma piedra para aprender algo de esta situación aún cuando a nosotros nos parezca descabellado.
Dejemos de tratar de vivir por los demás, escuchemos activa y compasivamente, no juzguemos porque nunca sabemos cuándo podemos estar en el banquillo «del acusado» y sobre todo, si damos nuestra visión e interpretación de la situación (aun a través de un consejo), hagámoslo desde el ser, desde el amor, sabiendo que quisimos y dimos lo que consideramos mejor para esa persona desapegándonos del resultado, de lo que elija hacer.
Hablamos desde el afuera, desde el lugar de observadores, y sin «obligar» a que esa persona haga lo que consideramos mejor para él/ella.
Y aún pensando que se equivocó teniendo «todas las pruebas» para darse cuenta, cuando nos cuente y se acerque a nosotros para decirnos que esto es así, no digamos nada.
Démosle un abrazo, una mirada compasiva, a través del lenguaje mudo de las palabras que no se dicen pero que iluminan y acompañan.
Esa persona ya sabe que «se lo dijimos», no hace falta recordárselo.
Acaso sumamos algo positivo a su existencia? Y además, creen que esa persona tendrá ganas de volvernos a contar lo que le sucede sintiéndose juzgada?
No, por supuesto que no, y aún si lo hiciera, ¿que ganaríamos?
Sumar batallas a nuestro ego, que nos dice que debemos decirle al otro cuán equivocado está y cuán acertados estábamos nosotros, para continuar haciéndolo más grande.
Les propongo que aprendamos a hablar desde el amor, desde nuestro verdadero ser, ese que nos dice quiénes somos realmente y que no necesitamos la aprobación ni ovación de nadie para ser mejores.
Les propongo, cuando vuelvan a tener en mente esta frase y estén a un paso de decirla, detenerse, respirar profundo, pensar que no estamos sumando nada y que simplemente necesitamos estar ahí desde nuestro ser amoroso.
Ya habrá tiempo para que en una conversación futura, sea esa misma persona la que nos señale cuánta razón teníamos y que «volvió a equivocarse»…
O quizás eso nunca suceda, pero la diferencia en esa relación la habremos marcado nosotros acercándonos desde la simplicidad del amor, y no desde nuestro EGO engrandecido.
«La bondad es el punto más elevado de la inteligencia humana».
Desconozco el autor