SANANDO LA HERIDA MADRE – HIJA
Si tu madre nunca te ha consolado, con toda probabilidad te será difícil encontrar un verdadero consuelo para el corazón en las relaciones que establezcas con otras personas. Tu labor será crear ese sentido de consuelo para el corazón dentro de ti misma.
Si tu madre nunca se ha compadecido de ti, con toda probabilidad tendrás poca paciencia con tus propios fallos humanos, así como con los de los demás. Tu labor será observar a alguien que practique la compasión, y practicarla tú misma.
Si tu madre silenciaba tu creatividad, tu labor será dar voz a cada impulso creativo que se presente. Pinta, escribe poesía, toca el tambor, cuida las plantas, cocina y baila.
Si tu madre despreciaba o rechazaba su propio cuerpo como mujer, tu labor es abrazar y honrar a tu cuerpo y tu sexualidad.
Si te sentías abandonada por tu madre por la razón que fuera, incluyendo la depresión o el alcoholismo, tu labor será escuchar tus propios sentimientos y nunca abandonarte tú misma.
Si tienes alguna cuestión sin resolver con tu madre y ésta ha muerto o ha quedado emocionalmente incapacitada, puedes escribirle una carta (que guardarás tú o te enviarás a ti misma) en la que expreses tu pena y tu enfado por no tener una madre NUTRICIA, y dile que has llegado a aceptarla y comprenderla como tal y como era.
Entonces podrás sentirte agradecida por su presencia en tu vida.
Todas nosotras llevamos encima el peso de nuestra madre por lo que es necesario sanar la ruptura madre-hija tanto si tu madre está viva como si no, para así poder sanar la profunda herida de tu naturaleza femenina.
El elemento clave reside en que tú misma te conviertas en una buena madre. Con esa idea en la mente, asume la tarea de ser maternal contigo misma.
- Extracto del libro de Maureen Murdock.
La forma en que entiendes las heridas de tus progenitores, en especial la que tenemos con nuestra madre, determina no solo tu relación con la abundancia, sino con la herida del RECHAZO que esta deja, y después se convierte en tu vida en conductas huidizas (antes que te rechacen, rechazas; antes que te despidan, te vas; antes de que te dejen, tu terminas), y cualquier situación que percibas como rechazo abre tu herida, a menos que esta esté sanada.