Qué lindo es sentirse querido, respetado, cuidado, escuchado, amado.
Qué suerte poder contar con gente que nos valora, nos quiere, nos respeta y no se enoja.
Que bendición saber que nos extrañan, nos buscan, nos abrazan.
Qué sensación increíble saberse esperado para una charla, un café, una copa de vino o para una larga caminata.
Qué lujo cuando confían en nosotros, en nuestra oreja, nuestro consejo o apenas en nuestro silencio.
Qué maravilla esos encuentros que nos dejan con la increíble sensación de haber aportado algo y de haber aprendido otro tanto. Saber que contamos con gente así, es lo que nos hace duplicar las alegrías y nos ayuda a sentir menos terribles las penas.
Yo brindo y agradezco por los que juegan en mi equipo, por los que me quieren y lo dicen, por los que me aguantan aun con mis defectos, y, sobre todo, por los que se ríen fuerte conmigo cuando la vida nos junta en un mismo momento.