NADIE TIENE TIEMPO PARA ELLA
La señora que crió 5 hijos pero ahora ninguno tiene tiempo para ella…
Fue alrededor de las 12 de la tarde, justo cuando los rayos del sol parecen rasgarte la piel.
La luz verde apareció y pude cruzar del otro lado de la calle. Mientras me disponía a esperar mi transporte aquella señora se me acercó.
Su piel blanca resaltaba bajo ese sombrero verde y las arrugas en su pecho eran adornadas por un lindo collar de perlas. Su mirada, vaya es linda y cristalina.
Sin embargo, apenas y daba un paso, parecía sufrir un dolor en la columna.
Ella me preguntó sobre una clínica cerca, tenía la dirección en una servilleta (apenas y se entendía). Yo no tenía idea del lugar, pero con las pocas referencias le pregunté a alguien más.
Al parecer estaba a unas cuadras.
Me regresé a comprar algo y encontrarme con mi pareja.
Para mi sorpresa la señora seguía caminando sobre la misma cuadra.
No había avanzado nada, pues su espalda se lo impedía.
Entonces, decidimos ayudar un poco más.
Mi pareja dio la vuelta completa a la cuadra para verificar que la clínica estuviera ahí y la señora no caminara en vano.
Mientras tanto me quedé a su lado esperando en una banca.
Ella me dijo que era madre de 5 hijos pero ninguno tenía tiempo para acompañarla, a pesar de que recientemente la habían operado del corazón.
Por fortuna la clínica sí estaba en esa dirección, así que al paso de la señora la acompañamos.
Cuando llegamos vimos que aún faltaba tiempo para que abrieran el segundo turno (de 3pm en adelante)
Era la 1:30 pm.
Decidí ir a comprarle un poco de agua y ella me dijo: ¨¿con qué hija?¨, le respondí que no se preocupara.
Para ese momento mi corazón ya estaba estrujado, pensaba. ¿en qué momento los hijos nos volvemos tan inhumanos?, ¿cómo pueden estar tranquilos mientras su mamá anda por ahí?
De regreso le entregué el agua y un poco de papel para el sudor.
Entonces nos despedimos, pero nunca esperamos que aquella tierna viejecita tomaría impulso para levantarse de esos escalones y darnos un beso en la mejilla acompañado de el abrazo más sincero.
Estaba agradecida, ni siquiera recuerdo las veces que dijo: ¨Dios los bendiga¨, son ángeles que se atrevasaron en mi camino para que yo me cure de la espalda¨.
Las lágrimas invadieron su rostro y yo no hice más que poner su cabeza en mi pecho mientras acariciaba suavemente sus chinos esponjosos llenos de canas.
Fue difícil decir adiós, ¿irónico no?
Dos desconocidos tenían más mortificación de dejarla que sus propios hijos.
Entérense, de nada servirá que llenemos de un mar de lágrimas el ataúd de nuestros padres o que le pongamos un enorme ramo de flores.
Ellos nos necesitan ahora, así como los necesitamos cuando apenas comenzábamos en el turbio camino de la vida.
L D M