Reflexiones

HISTORIAL REAL

junio 9, 2019

Una historia real , que sucedió en Monterrey, hace unos días, compartida por un médico pediatra , que nos invita a tomar precauciones en las fiestas de cumpleaños tanto de chicos como de grandes .

“Ese día Lucy era la niña más feliz de todo Monterrey…
Llegó el hermoso pastel, grande, su favorito, el más rico de todos por supuesto. 
Mamá lo puso en una mesa alta, dónde todos los niños podían verlo mientras la fiesta crecía con la llegada de los invitados que de uno por uno iban llegando, dejaban sus regalos y se sumaban a la alegría general.
Aquello era un alboroto, una verdadera algarabía. Nadie sabe lo que es la alegría si no ha estado en una fiesta como la de Lucy. 
La cumpleañera, por supuesto, estaba feliz. Era la reina de la casa, la reina de la fiesta y tenía toda una tarde por delante llena de ilusiones. Su mamá le había preparado una gran celebración, porque Lucy se lo merece. 
La fiesta transcurría como transcurren las fiestas a esa edad, el tiempo parece detenerse entre juegos, carreras, competencias y algunas golosinas, pocas, porque la merienda ya se estaba sirviendo y estaba de lujo. Los niños, siempre hambrientos, devoraron todo y miraban el pastel como se mira a la joya de la corona. Hasta el pastel parecía darse cuenta, cualquiera con un poco de imaginación diría que estaba orgulloso de sí mismo, de tan asediado que se veía. Algunos traviesos ya le habían robado incluso un poco de betún…

Por fin, la ceremonia del pastel. 
Lucy, entre feliz y resignada, esperaba ese momento de protagonismo, en el que después de soplar las doce velitas de llamitas de colores vendría la clásica broma:
¡Mordida! ¡Mordida! ¡Mordida!
Ya se veía ella, riendo a carcajadas con la cara embadurnada de betún y los aplausos y risas de la alegre concurrencia. 
Pero algo salió mal. Después de que una de sus amiguitas le empujó la cara sobre el pastel, la pequeña Lucy no reía. Se tapaba un ojo con su mano y un hilo de sangre casi imperceptible en un principio, empezó a escurrir por su mejilla. Los niños aún no lo notaban, pero su mamá sí. Dotada de ese instinto protector atávico e inexplicable, al ver la expresión de Lucy supo que algo había ocurrido.

¿En qué momento, me pregunto yo, se le ocurre a un pastelero meter un afilado palillo de madera en el pastel de cumpleaños de una niña?

La fiesta terminó. Lucy fue atendida con eficiencia en un hospital en el que los médicos “se la rifaron” actuando con celeridad y eficiencia.

Le herida penetrante se quedó a un milímetro de perforar el ojo de Lucy. Es decir, si la amiguita que le empujó la cabeza lo hubiera hecho sólo un poquito más fuerte, la historia sería otra.

Esta historia es verídica. Ocurrió apenas hace unos días y puede volver a ocurrir cualquier día. Puede ocurrirle a un niño o a una ancianita, a una novia o a un abuelo jubilado, a cualquiera, porque no es raro que los pasteleros pongan palillos para sostener los pasteles altos. Por eso, felicito ampliamente a la mamá de Lucy, quien se ha preocupado por divulgar este accidente. Lucy es nombre ficticio, pues su mamá me pidió permanecer en el anonimato.

El jueguito de ¡Mordida! ¡Mordida! No siempre es inofensivo.”

Compartir esta nota puede evitar un accidente.

Historia compartida por el Dr. Alberto Estrada R.
Médico pediatra .

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