Todos los amores tóxicos se caracterizan por convertir una relación en una desunión tormentosa y llena de sufrimiento, con pocos o ningún rato de tranquilidad y placer.
El amor deja lugar a la inseguridad, el resentimiento y la venganza, sentimientos que poco tienen que ver con las bases necesarias para lograr una pareja duradera. Muchas parejas pueden estar vinculadas de manera tóxica durante años, transformando su vida en un calvario insoportable.
Por esa razón, es bueno lograr identificar el momento a partir del cual una relación ya no es sana y así lograr evitar daños mucho mayores. Aquí te presentamos 10 tipos de amores tóxicos. Cuando amar se convierte en una prisión
Pesimista
Cuando la relación se ve minada por la queja y el reproche, se está ante un amor tóxico pesimista. Ninguno de los dos miembros es feliz y, por lo tanto, un halo de depresión rodea a la pareja. Están siempre rodeados por un clima triste, muchas veces generado por ellos mismos, debido a que creen que se encuentran en una situación sin salida. Debido a este desánimo, la dupla suele encontrarse en conflicto constante con otras personas: es posible que, como consecuencia de dramáticas peleas, no asistan a eventos y cancelen muchos planes, trayéndoles problemas con amigos y familiares.
Manipulador
Quizás no se note al principio, pero con el tiempo los amores obsesivos se convierten en sumamente controladores. Si notas que muchas situaciones de pareja te producen culpa sin haber hecho nada malo, es posible que estés siendo objeto de manipulación. El diálogo en estas parejas suele estar repleto de dos actos de desamor: la ironía y el sarcasmo. Aunque muchas veces se los disfraza de chistes ingenuos o pequeñas burlas, estas frases pueden tornarse cada vez más dolorosas, afectando el autoestima de los implicados.
Posesivo
Las personas posesivas viven la relación transformando al otro en un objeto de su dominio. Ellas conciben a la otra persona como su propiedad, lo cual les otorga el derecho de controlar todos sus horarios, tipos de salidas, amistades, la ropa que viste, entre muchos otros. En la vida de un posesivo, nada queda librado al azar. Los controladores olvidan que cada uno es dueño de su vida y las víctimas de este tipo de relación suelen pensar que las indicaciones de su pareja son por su propio bien.
Celoso
Aunque los celos parecen ser parte de todas las relaciones, esto no significa que sea una actitud sana. Los celos obsesivos son producto de una profunda inseguridad y una costumbre de una insana manera de amar. La persona extremadamente celosa se vuelve paranoica y desconfía de todo, debido a que su propia inseguridad y baja autoestima no le permite ver la realidad tal cual es. Tanto sentir celos extremos como permitir que otro cele de manera asfixiante, habla de la falta de amor propio que solo se cubre con esa atención desmesurada.
Desconfiado
Hay parejas que se caracterizan por vivir controlando lo que el otro hace, ya sea espiando entre sus cosas, revisando su celular, elucubrando teorías absurdas, entre otros. Confiar en otro es prácticamente imposible: viven con la obsesión de que su pareja los engañará. Debido a la ejecución de ciertos mecanismos proyectivos, es muy probable que estas personas hayan sido infieles en otras relaciones o se vieron tentados en la relación actual. Por otra parte, padecen una inseguridad propia relacionada a su baja autoestima, que no les permite creer que otra persona los quiere tal como son y no necesita a nadie más. Esta desconfianza es además producto de graves problemas de comunicación: no hay confianza posible fuera de un ambiente que carece de diálogo profundo.
Indiferente
Esta manera de amar se caracteriza por manejarse como un péndulo que oscila entre mucho interés y una indiferencia total. Las personas que generan esta clase de amor tóxico están presas de una ciclotimia: de estar pendiente de la otra persona, pasan a ni siquiera notar su presencia. Este alejamiento aparente muchas veces es realizado de manera consciente para obtener un poco de atención del otro. Esta actitud coloca a la otra persona en una situación de extrema asfixia cuando se la persigue y le produce un gran sentido de desolación e inferioridad cuando no se atienden sus necesidades, lo cual va en desmedro de concretar una relación basada en un amor estable.
Competidor
La toxicidad de este amor radica en no poder disfrutar, a la par, de los triunfos y los fracasos. Siempre uno de ellos siente que sus problemas son más importantes, o que los éxitos del otro no son tan grandiosos. Cada uno de los miembros de este tipo de pareja desea ser el centro de atención: ambos compiten mutuamente por lograr ser más que el otro, ya sea en el círculo de amigos, la familia o el trabajo. Esta situación culmina en que ninguno de los dos sea capaz de disfrutar de la felicidad de sus propios logros ni de los de su pareja, además de no poderse ayudar a resolver los problemas que van surgiendo.
Rescatista
Un rasgo profundo de muchos amores tóxicos tiene que ver con la creencia aparente de que uno de los miembros de la pareja debe rescatar al otro de su estado. Estos «rescatistas de la emoción» se sienten atraídos hacia personas que consideran incompetentes, lo cual disfraza un sentimiento de desprecio hacia el otro. Además de subestimar, los rescatistas suelen confundir la compasión con el amor: necesitan de un otro con sentimientos de carencia para poder relacionarse.
Infiel
La base de la infidelidad es la desigualdad. Dejando la confianza de lado (una de las bases más importantes del amor), esta relación nunca será “pareja”, es decir, entre pares. Podrán jugar por un tiempo, incluso muy prolongado, a ser una pareja y hasta una familia, pero el amor verdadero exige reciprocidad: amar y ser amado. Cuando ese desequilibrio genera culpa e insatisfacción, la desigualdad se profundiza. A esto se suma la desconfianza, ya que el juego de ocultamiento mina toda posibilidad de confianza mutua.
Demandante
Este amor exigente se la pasa demandando atención a su pareja, haciéndole imposible crecer. El flujo de amor en este tipo de amores funciona como una responsabilidad más en la vida: el demandante cree que el otro debe cumplir con sus metas, como si fuera un trabajo. Amor celoso y posesivo, vive pretendiendo convertirse en el centro de la vida del otro. Debido a que exige demasiado, el otro miembro de la pareja vive atado, sin concretar nunca su individualidad.
Eugenia Orbe