Amado Dios gracias porque yo soy una persona próspera y abundante.
Amado Dios gracias por la riqueza de mi maravilloso organismo y de toda la perfección con la que tú me creaste.
Amado Dios gracias por la riqueza de mis ojos con los que puedo distinguir innumerables colores y tonalidades y porque con ellos puedo ver formas increíbles y así conformar mi entorno.
Amado Dios gracias por la riqueza de mis oídos con los que puedo distinguir infinidad de sonidos; puedo disfrutar de las sinfonías de Mozart, de los poemas de Neruda, de las palabras que me dan conocimiento, de los sonidos del mar y la naturaleza y las palabras de afecto y cariño de mis seres queridos.
Amado Dios gracias por la riqueza de mi maravilloso cerebro, con el que puedo generar millones de pensamientos, puedo analizar, recordar, crear, imaginar y miles de funciones más. Aunque muchos dicen que lo perfecto no existe, gracias por la perfección de mi cerebro.
Amado Dios gracias por la riqueza de mis manos con las que puedo transformar mi entorno, con las que puedo acariciar, y que son, junto con mis ojos y mi cerebro, mi principal instrumento para escribir y plasmar mis ideas.
Amado Dios gracias por la riqueza de mis piernas y mis pies, con los que puedo recorrer cientos de kilómetros de manera ecológica y porque son punto de unión con la madre tierra.
Amado Dios gracias por la riqueza de todos mis recursos que en conjunto forman la maravilla de mi ser y hacen que yo sea un ser inmensamente rico de manera intrínseca.
Amado Dios sinceramente te pido perdón por todas las veces que me he sentido pobre, ignorando la inmensa riqueza de la vida que tú me regalaste a cambio de nada.»
