EL ABANDONO PATERNO
«Él se lo pierde» me dijeron por años
ante cada lágrima que derramé por él.
Cada ausencia, cada logro donde mis ojos lo buscaron sin éxito en cada rincón.
«Él se lo pierde» le dijeron a mi madre.
Mientras enloquecía e intentaba rearmarse, sin lograrlo.
Mientras dos manos no le alcanzaban para sostener tanta soledad.
Mientras intentaba desaparecer ella también.
«Él se lo pierde» nos dijeron.
Y nos mintieron.
Él no se perdió nada.
Él viajó.
Él amó.
Él construyó una nueva vida.
Él disfrutó.
Él vivió la vida que quiso.
Fue feliz.
Fue feliz a costa de nuestras noches de insomnio. De terror. De pánico.
A costa de que pasemos hambre.
De que nos falte todo.
A costa de nuestra felicidad, de nuestra salud.
Él no se lo perdió.
Nosotras nos lo perdimos.
Nosotras teníamos derechos y él obligaciones.
Nosotras y tantos otr@s niñ@s, porque esto no me pasó a mi, esto es de lo más común.
Ellos, los padres que abandonan, no se pierden nada. Ellos eligen libremente.
Y en sus elecciones, eligen no llevar a sus hij@s nunca más a un cumpleaños,
Ni de vacaciones,
Ni comprarles un regalo para un amigo,
Ni ir a pedir la beca para el colegio,
Ni pagar un campamento de verano,
Ni venir a un cumpleaños (o llamar),
Ni a controlar una fiebre,
Ni nada.
Y esto muchas veces sucede antes del abandono físico.
Varones que les cuesta hacerse cargo de la paternidad.
Aunque la hayan deseado.
Que no saben cómo.
Que ni se les cruza por la cabeza dejar de salir o de ir a jugar al fútbol porque el niño está enfermo.
Dime si todo lo que dije arriba, no se aplica a muchos varones que viven con sus hijos.
Dejemos de victimizar y de romantizar el abandono.
Porque a la frase «él se lo pierde» hasta le falta un «pobre» adelante.
Como si fuese una injusticia del destino, algo que les ocurre a los hombres y no pueden manejar y bueno, ellos se lo pierden.
No.
Basta.
El abandono es abandono.
Siempre.
Y hay que hacerse cargo.
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