NO TE CASES CON UN HOMBRE ROTO
Te enamoraste de un hombre herido y en su dolor, terminó hiriéndote a ti.
No porque fueras mala.
No porque no supieras amar.
Sino porque tocaste las partes de su alma que llevaba años escondiendo.
Tu ternura le pareció una amenaza.
Tu paciencia se convirtió en un peso.
Tu equilibrio fue un espejo que le reflejó su propio desorden.
No supo qué hacer con un amor sano…
porque creció creyendo que amar era sufrir, rogar y aguantar.
Y tú llegaste con calma, con certeza y un corazón abierto.
Pero un hombre roto no busca paz…
busca adrenalina, busca caos. Quiere que lo rescates y luego culparte por no lograrlo.
Así que te rechazó.
Te acusó de controlar, de exigir demasiado, de no entenderlo.
Hizo que creyeras que el problema eras tú.
Y en vez de alejarte, te quedaste.
Intentaste amarlo más fuerte, como si tu amor pudiera cerrar sus heridas abiertas.
Pero el amor no sana a quien se niega a curarse.
El amor no salva a quien ha hecho del dolor su refugio.
Lo peor fue que cuando pusiste límites, dijo que lo atacabas.
Cuando fuiste honesta, te llamó cruel.
Cuando lo cuidaste, te acusó de invadirlo.
Te enamoraste de un hombre roto…
y él te castigó por quererlo.
Porque tú eras hogar, y él solo sabía vivir en trincheras.
Pero tranquila…
No fuiste demasiado.
Fuiste luz en un mundo donde la oscuridad era costumbre.
