LA CORREA INVISIBLE QUE AÚN SOSTENGO
Te fuiste…
pero mis manos no lo saben.
Aún sujetan tu ausencia
como si fueras a aparecer
corriendo entre hojas,
meneando la cola,
con esos ojos que me entendían sin hablar.
El banco es el mismo.
El parque también.
Pero hay un silencio nuevo…
el de no escuchar tus patas,
el de no tener a quién hablarle
cuando el mundo pesa más de la cuenta.
Te vi partir…
con la dignidad de los sabios,
con la mirada serena de quien no culpa,
aunque yo me culpe cada día.
La gente pasa y no entiende.
Ven a un viejo solo,
con una correa sin rumbo…
y no saben que al otro lado
todavía estás tú.
En mi memoria.
En mi pecho.
En todo lo que me queda.
Sigo sosteniéndote,
porque soltar sería morir otra vez.
Y porque mientras exista este lazo invisible,
seguirás caminando conmigo,
como lo hiciste toda la vida…
Amándome más que nadie.
Esperándome más que todos.