Aprendizaje de vida

Aprendí

abril 23, 2021

Aprendí

Lo escribí hace un tiempo atrás y cada año que pasa le voy sumando un nuevo aprendí.
Hoy es el día que aprendí a mostrarme vulnerable y a no llenar los silencios con mis palabras y soluciones, dando la respuesta que cada quien debe encontrar en sí mismo/a.

«Aprendí a no medir a la gente con mi propia vara, a entender que no se puede esperar del otro lo que uno/a mismo/a daría, a que cada quien nos aporta algo distinto y exquisito a nuestras vidas, a que no se puede compartir todo con todos/as, cada uno/a está preparado/a para algo diferente, único y maravilloso, y eso es lo rico de la vida, que todos somos únicos para algo y para alguien.

Aprendí que la vida tiene distintas etapas, que no somos los mismos a medida que las transitamos, y que no debemos sentir miedo o que nos traicionamos con el cambio, que es lo que nos enriquece como personas y nos permite comprender distintas posturas y pensamientos; que evolucionar y modificar mental y espiritualmente es sano y parte de vivir la vida de manera plena e intensa.

Aprendí a que no siempre ( y generalmente nunca) es bueno ser tajante en las ideas y comentarios, a que los grises existen y se pueden disfrutar y atravesarlos sin culpas, que los fundamentalismos y los prejuicios sólo enriquecen y fortalecen a los poderosos que no piensan sino en si mismos y que prolongan las guerras y miserias del mundo. A que, como decía Galeano, es bueno ser desobedientes cuando el sentido común y la conciencia nos lo dicen, aún cuando seamos presos de las críticas de quienes nos rodean.

Aprendí a conocerme a mí misma, a aceptarme con mis propias limitaciones, miedos y defectos, a que no soy perfecta ni debo serlo para contentar al resto, cada quien vive su vida como puede y nadie va a vivir ni sufrir la vida por mí, ni a levantarme cuando las presiones me desborden porque sólo uno mismo puede salvarse del propio abandono y tristeza.

Aprendí que el mejor lugar y momento es el que estamos viviendo, porque es lo único seguro que tenemos. A entender y aceptar que por algo lo estamos transitando, algo debemos aprender de ello.

Aprendí a disfrutar de esos pequeños instantes con la gente que amo y juro que son los únicos que nos llenan el alma y nos sanan las heridas.

Aprendí que el tiempo todo lo cura o al menos nos deja convivir con eso que en su momento pensamos que nos iba a derribar por completo, que no es bueno guardar el enojo ni el rencor porque sólo nos destruye a nosotros mismos, que es bueno soltar a quien no nos quiere ni nos elige, y que es hermoso cuidar a quienes nos aman en cada paso de nuestras vidas.

Aprendí a ser agradecida de lo que tengo cada día, a vivir la vida con la misma intensidad que lo haría de ser mi último día, a reirme de mi misma, a perdonarme, a abrazar y besar fuerte y a decir te amo seguido a todas esas personitas que llenan mi alma, porque nunca se sabe cuando sera la última vez que se los pueda decir.

Aprendí a disfrutar del presente, a dejar ir el pasado y repensar constantemente el futuro, a que los proyectos nos alimentan el alma pero no deben convertirse en una presión y ansiedad tan grande que no nos permita disfrutar del aquí y el ahora.

Aprendí a dar sin esperar nada a cambio, que cada quien da lo que puede y hay que tomarlo o dejarlo ir, a que no todo el mundo es buena gente ni tiene buenas intenciones y a que hay que convivir con eso. A que esta bien luchar por lo que consideramos justo pero no siempre vamos a tener el resultado que esperamos y no podemos dejar nuestra salud mental en ello.

Aprendí que lo cortés no quita lo valiente y que a veces es bueno pedir perdón si lastimamos a alguien aun cuando pensemos que no nos hemos equivocado.

Aprendí a que hay gente que pasó por mi vida para enseñarme algo pero no necesariamente para quedarse junto a mí, que es desgastante tratar de entender siempre al otro y a que hay personas que jamás comprendere.

Aprendí que la vida da tantas vueltas que tarde o temprano y de distintas maneras pone a cada quien en el lugar que corresponde.

Aprendí a decir no a tiempo sin sentirme culpable, y a que es imposible tratar de agradar a todo el mundo, simplemente desgasta y no tiene sentido.

Aprendí que las diferencias enriquecen, a liberarme de tantos esquemas y estructuras y a dejarme guiar casi siempre por mi intuición, que pocas veces falla.

Aprendí a comunicar lo que necesito, a no dar nada por sentado o pensar que el otro tiene que darse cuenta. Si tenemos la gran posibilidad de comunicarnos, por qué librarlo al azar???

Aprendí que son muy pocas las personas con las que se cuenta en los malos momentos, pero las más valiosas y verdaderas. Aprendí a que a veces vale la pena guardarse el orgullo y dar segundas oportunidades cuando el corazón y la intuición lo dicen…

Aprendí a amar mi profesion y a saber que lo perfecto es enemigo de lo posible, que sólo puedo cambiar pedacitos de realidades de gente y que eso me gratifica y hace un poquito mejor todos los días, aún cuando debo lidiar con la frustración de quienes trabajamos en lo social.

Aprendí que escribir, al igual que escuchar música y cantar, me traslada a lugares inimaginables y maravillosos, y que debo usarlas mas seguido como herramientas liberadoras, que me permiten fluir tal cual soy, soltarme y decir las cosas con todo el sentimiento a flor de piel.

Aprendí que cada cual tiene su vida y crece y aprende de sus propios errores o desilusiones, es imposible resguardar siempre a quienes amo del sufrimiento.

Aprendí que no voy a poder agradar a todo el mundo con lo que soy, muchos criticaran mi vida, mis elecciones, lo importante es que quien me ame lo va a hacer por lo que soy y no por lo que les gustaría que sea.

Aprendí a estar con quien me hace bien y en los lugares en que me siento cómoda, sin tapujos, sin esfuerzo, pudiendo ser yo, riéndome fuertemente y llorando sin verguenza segun la ocasión.

Aprendí a amar profundamente a mi mamá, mi papá y mis amigos, respetando que cada quien tiene su propia vida, sus propias formas y tiempos, que a veces pueden no coincidir con los míos, pero no por eso son menos valiosos e importantes.

Aprendí que mis hijos y mi marido son lo más valioso de mi vida, que vivo en sus besos, abrazos y caricias, que me llenan el alma con solo mirarme y sonreirme, que me dan plenitud y que estemos donde estemos lo único importante es estar juntos, disfrutando de nuestro amor.

Aprendí a cuidarme, respetarme y quererme como soy, aceptando mi verdadera esencia y trabajando sobre mis propias falencias.

Y hoy aprendí a declarar quiebre…Acepté que no tengo que tener la respuesta para todo, a ESCUCHAR los silencios y que éstos no me generen incomodidad. Aprendí que las respuestas para los «problemas» o inquietudes los tiene uno mismo en su interior. Aprendí a que mostrarme vulnerable no es una debilidad.

Y por último, espero tener mucho más para escribir, seguir aprendiendo y creciendo hasta el día que la vida me de el último suspiro…»

Gracias Fedra Rosso Remón por permitirme compartirlo en mi página, eres un ser de luz y amor.

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