TE ESTÁS CONSUMIENDO
— Te estás consumiendo.
— No… estoy bien.
— No me mientas.
Lo veo en tus ojos, en tus gestos, en tu forma de caminar.
Lo siento en tu respiración agitada, en tu mirada apagada, en tu voz temblorosa.
Te estás consumiendo.
— No tengo opción.
Debo hacerlo todo, gestionarlo todo, afrontarlo todo.
Debo ser fuerte.
— ¿Fuerte? Estás confundiendo la fuerza con el sacrificio.
Este peso te dobla, te desgasta por dentro, te apaga poco a poco, sin hacer ruido.
— No puedo rendirme.
Cuentan conmigo.
Si me detengo, todo se derrumba.
— ¿Y tú? Si eres tú quien se derrumba, ¿quién te recogerá?
— Yo… no lo sé.
No quiero ser una carga para nadie.
— No tienes que cargar con todo sola.
No eres una roca, eres una mujer.
— Pero si no lo hago yo, ¿quién lo hará?
Si no soy fuerte, ¿quién lo será en mi lugar?
— ¿Quién te enseñó que pedir ayuda es una debilidad?
¿Quién te hizo creer que estar exhausta es una señal de valentía?
— Aprendí a resistir.
A apretar los dientes.
A no quejarme.
— ¿Y a qué precio? ¿Cuánta luz estás perdiendo?
¿Cuánto de tus sueños estás sacrificando?
— No quiero decepcionar a nadie. No quiero fallar.
— No fallas si descansas. No fallas si sueltas lo que no te pertenece. No fallas eligiendo salvarte a ti misma.
— Pero si me detengo… Si suelto… Si dejo ir este peso… ¿Quién soy entonces?
— Eres tú misma finalmente.
Sin máscaras, sin roles impuestos.
Vuelves a ser esa mujer libre, la que sabe bailar bajo la lluvia, la que no trata de agradar a todos, la que no necesita controlarlo todo para sentirse en paz.
— ¿Y si caigo?
— Te levantarás. Pero esta vez, serás más ligera.
Porque solo llevarás contigo lo que realmente es tuyo.
— Tengo miedo de decepcionar.
De perder a quienes no entienden.
— Entonces déjalos ir. Porque quien no acepta tu verdad nunca ha amado realmente quién eres.
— ¿Y si me pierdo a mí misma?
— Solo perdiéndote podrás encontrarte.
De verdad.
Entera, salvaje, libre.
— ¿Y si… si no lo logro?
— Yo estaré ahí.
Soy la llama dentro de ti que se niega a apagarse.
Soy la respiración que te hace levantarte.
Soy esa voz que susurra: Eres mucho más fuerte de lo que crees.
— Entonces… dejo ir.
Suelto el peso.
Respiro.
— Por fin. Con amor y gratitud. Que seas libre.