Aprendizaje de vida

UNA MUERTE DOLOROSA Y LENTA

julio 1, 2017

UNA MUERTE DOLOROSA  Y LENTA
Ese día iba muy arreglada a mi trabajo pues mi esposo me había invitado a una supuesta cena con otras parejas.
A medio día escuché la noticia: se incendia una guardería, pero no sé por qué no escuché la noticia completa,
estaba apurada, en el fondo pensé que todos los niños saldrían.

Estaba dando terapia grupal y vi que una de mis pacientes, que era maestra, estaba muy triste.
Le pregunté qué le pasaba y me dijo que en lo de la guardería iban 16 niños muertos.
Me quedé pasmada, no me imaginé que eso pasaría.

En eso llega corriendo mi secretaria, me dijo: «te llaman de EL IMPARCIAL», donde yo colaboraba como consejera.
Contesto y la directora editorial con prisa me pregunta si autorizaba poner mi nombre entre los psicólogos
que estaban preparados para intervención en crisis.

Le dije que sí, no pude pensar de lo rápido que pasó todo.
Pronto empezó a sonar mi celular, me llamaban que me fuera al Hospital General.
Eran como las 5 de la tarde, dejé todo encargado en el trabajo y fui.

Mi familia me dice que me tenían preparada una fiesta sorpresa por mi cumpleaños y que estaba todo listo: globos, flores, invitados.
Agradecí, pero tenía que ir al hospital; sin embargo, no tenía la menor idea de lo que me esperaba.
Llego al Hospital General, mucha gente, me dejan entrar pues mi nombre estaba en la lista de los accesos, veo todo muy tranquilo.

Se me acerca un residente de psiquiatría y me dice: «esto está horrible, me tuve que tomar un calmante, nunca nos entrenaron para esto…
¿Ves allá? en aquel cuarto está uno de los niños, su familia acaba de entrar a despedirse y allá en aquel otro y en aquel otro están atendiendo algunas urgencias».
En eso me llaman nuevamente y me dicen vente al C4, aquí va a empezar lo pesado, necesitamos ayuda.

Me traslado y llego, si el infierno existe, ahí estaba, era horrible y conforme iban pasando las horas se iba poniendo peor.
No me he atrevido a hablar esto con nadie que no le tenga confianza porque es tan complicado
que no sabía cómo elaborarlo porque es demasiado fuerte, pero hoy cinco años después (al día de hoy son siete años),
tengo que hablarlo por HONRAR A ESOS niños, por HONRAR a mi hijo y su futuro.

Pues el C4 es la morgue, un lugar chico, ahí nos juntaron a algunos psicólogos, nos explicaron la situación,
los padres y familiares de los niños empezaron a llegar después de buscar en todos los hospitales
y no encontrar a sus familiares, ahí fue el último lugar del planeta tierra donde querían llegar los papás,
pero fueron llegando al no encontrar a sus hijos en ninguna parte.

Había tanta gente que tuvieron que poner unas vallas de acero afuera con seguridad para que la gente no se brincara,
conforme iba pasando la noche iba llegando más gente, vecinos, familiares,
toda la gente, conocidos de los niños que se dividieron para localizar a sus criaturas.
La médica legista identificaba a un niño, le tomaban una foto y la ponían en una computadora y
me daban el nombre para que fuera atrás de la valla a hablarle a sus papás para que la identificaran.

Estaba lejos, era un camino de varios metros, había gente orando, rezando, me dieron un altavoz para que se escuchara
el nombre porque era demasiada gente cuando yo caminaba por ese pasillo.
No podía creer que en mi práctica clínica algún día iba atravesar por algo así,
dar ese mensaje, había mucho bullicio, pero cuando yo llegaba al límite de la calle la gente se callaba,
había un silencio absoluto y entonces ahí era el momento más horrible que jamás he vivido,
tenía que anunciar en voz alta el nombre de la niña o niño identificado.

NADIE NADIE NADIE quería escuchar el nombre de su hijo.
Nadie quería que mi boca pronunciara ese nombre ni siquiera.
Yo quería hacerlo, al decir el nombre se escuchaban gritos, la gente se abría en una valla para dar paso a los papás del bebé que se había nombrado,
los familiares no podían ni avanzar, no podían ni caminar se desmayaban en el camino, todavía me preguntaban: ¿está muerto?
Ellos ya sabían, pero querían que yo les dijera otra cosa…

¿Estas segura que está muerto?
¿Están seguros que es mi hijo (a)?
Las mamás todavía con los uniformes del trabajo, desgarradas…se arrastraban, literalmente,
se arrastraban por el piso porque no podían caminar, pero querían llegar.

La ambulancia estaba ahí, les daban oxígeno, había quienes tardaban hasta 30 minutos en caminar unos cuantos metros,
no había otra cosa que hacer más que extender la mano, el abrazo para llorar con ellos como si fuera el propio hijo.
No hay terapia, no hay palabra, no hay absolutamente nada que puedas decir en ese momento.

Llegábamos y venía la segunda parte de la pesadilla, a la gente la sentaban en una computadora A VER TODAS LAS FOTOS DE LOS NIÑOS
para que corroboraran que el que se había identificado era su hijo.

Los padres estaban aterrorizados, el personal del lugar, secretarias y todos estábamos en shock,
unas secretarias mojaban las hojas donde escribían con sus lágrimas y tenían que volver a levantar las actas, nadie aguantaba la situación.
Pero después de que lograban entrar al lugar y rectificar la foto venía el peor momento.

El pasillo, acompañábamos a los padres a identificar los cuerpecitos de sus hijitos,
los papás caminaban y se paraban enfrente de un VIDRIO y detrás la doctora traía cargando el cuerpecito, eran tan chiquitos…
Y lo ponía encima de una mesa de acero inoxidable y ahí estaba ¡SU BEBÉ! ¡SU BEBÉ QUEMADO!

No pueden imaginarse lo que se vivió ahí, era el crujir de dientes, el abismo, el infierno, lo peor de lo peor,
no eran llantos los sonidos de que hacían padres eran AULLIDOS, un grito entre dolor y llanto que jamás he vuelto a escuchar,
era su cuerpo que se estremecía, era un grito que salía de las entrañas, era insoportable ver eso,
las mamás y papás se pegaban al vidrio, los nombraban les decían ¡DESPIERTA HIJ@!

Le daban besos al vidrio, rogaban, suplicaban que querían tocarlos, cargarlos; otros golpeaban cosas, NI SIQUIERA PODÍAN ABRAZARLOS.
Los niños todavía con sus calcetincitos o sus trencitas, su ropita, había niños que solamente estaban ahí sin vida,
parecían dormidos, sin quemaduras, o una que otra en su carita, pero había otros niños que estaban completamente calcinados,
pero se les veía su naricita, sus manitas, se veía que eran ellos. Los papás se abrazaban entre ellos querían abrazar a su hijo, pero no se les permitía.

Los padres que estaban en la sala de espera oían los gritos, los llantos, la desesperación de la gente que entraba y se estremecían,
no se imaginaban lo que pasaba ahí adentro y seguían ellos… reacciones que yo nunca jamás había visto en un ser humano
de tan cerquita y en la sala de espera, el terror y espasmo estaba apoderado del lugar.

A los papás se les daba sólo unos momentos para la identificación del cuerpo, yo creo que no llegaba ni a los tres minutos.
Había mucha gente, todos los papás estaban desesperados por identificar.
Recuerdo que había dos sacerdotes en una esquina de la sala, NADIE quería que intervinieran, la mayoría de los papás les gritaban,
les daban la espalda, estaban enojados con Dios, los sacerdotes querían dar palabra de consuelo,
algo así como que Dios lo tiene en su Santa Gloria, los papás, la mayoría, no querían ni que se les acercaran en ese momento,
era imposible pensar que Dios tenía ese plan preparado para esos niños desde el momento que nacieron.

La gente salía de ahí y se desmayaban, gritaban, corrían, vociferaban contra Dios, contra el Gobierno,
contra ellos mismos contra todo, había papás que golpeaban carros, se golpeaban a si mismos.
Se me permitió hablar con algunos (con los que querían) en un cuartito, me decían cómo se sentían en ese momento,
las mamás se echaban la culpa decían que por ambición, por quererles dar mejor vida a sus hijos
entraron a trabajar y que eso los había mandado derechito a la muerte.

Los papás se cuestionaban el por qué nunca habían revisado bien las instalaciones del lugar, había mucho dolor,
culpa, algunos me decían abiertamente sus deseos de quitarse la vida y yo trataba de recordarles el resto de los hijos,
que valía la pena vivir por ellos, aunque sea les pedía que vivieran las próximas 48 horas para enterrar a sus hijos.
Algunos querían despedirse de sus bebés, nunca les dijeron adiós, querían decirles: «Mi amor, fue un placer tenerte con nosotros.

Me hubiera gustado estar ahí, ayudarte cuando me gritabas mamá, sacarte de ahí corriendo,
y yo agarraba lo que sea, una bolsa de mano, una cobija… se las daba y les decía: «despídete tu bebé, está aquí, ahora, en este momento
y lo que las madres y padres decían y hacían es tan fuerte que no puedo ni siquiera escribirlo aquí. Imaginaban a sus hijos,
ahí los llenaban de besos, les pedían perdón, su boca se llenaba de palabras dulces y yo tenía que quitárselos amablemente
para que realmente tuviera lugar la despedida.

Milagrosamente a algunos se les notaba que se calmaban, que cerraban un círculo, por lo menos en ese momento ganábamos tiempo,
unas horas de cordura para ellos, en general el proceso era muy frío.
Todavía después de ver a sus hijos los sentaban frente a una secretaria y les pedían sus credenciales de elector,
les pedían papeles, les tomaban su testimonio, los hacían firmar cosas que ni siquiera leían pues hacía 2 min habían visto a su hijo muerto, quemado….

Yo no estaba de acuerdo, pero nadie lo estaba, la pobre secretaria me pidió ayuda, me explicaba el propósito del procedimiento
y me pedía ayuda porque los papás no querían cooperar por obvias razones, estaban en shock y yo les decía que era
para proteger el cuerpo de sus niños y que no fuera a haber equivocaciones en la entrega de los cuerpos,
que había un caos y que con esto se llevarían mucho más rápido a su hijito de ahí a darle las misas, las ceremonias,
a darles un entierro digno y era impresionante como los papás rápidamente sacaban sus papeles.

Sentían que todavía podían hacer algo por sus criaturas, sacarlas de ahí, lo que les hubiera gustado hacer hacia algunas horas durante la tragedia….
Una vez concluidos los fríos trámites legales, los papás y familiares regresaban hacia atrás de la valla con su familiares y amigos a dar la noticia,
se oían los llantos, los gritos, era colectiva la angustia, la tristeza había un infierno que lo estaban viviendo todos…

Y me daban otro nombre y otro y otro, yo fui portadora del mensaje que nadie quería escuchar,
se repetía lo mismo una y otra vez, una y otra vez, otro y otro y otro papá. Los últimos entraron como las 3 de la mañana,
para la madrugada ya había acabado todo, todos se habían ido, ahí estaban los niños atrás,
los niños que se habían levantado en la mañana; unos a fuerzas porque no querían ir, otros emocionados…

¿Cuándo se iban a imaginar los padres que ese iba a ser el final del día para ellos?
Vi a los niños así muertos, calcinados, víctimas de una muerte horrible porque después tuve una reunión
con amigos pediatras del Hospital de Morelos y me dijeron que esa muerte era una muerte muy dolorosa y muy lenta,
que era una de las dos muertes, más dolorosas que existían.

(El motivo de ser tan explícita en mi relato tiene un objetivo que mas adelante se los voy explicar, no crean que es morbo o invasión de intimidad).
Llegué a mi casa, un contraste muy duro, había mesas puestas con manteles largos, flores, globos
y lo que había quedado de una fiesta sorpresa que no fue hecha, mi familia estaba esperándome con los ojos abiertos
pero no pude hablar esa noche, solamente les dije: «si el infierno existe acabo de ir y ver,
no creo que haya algo peor que eso en la vida». Hasta el momento yo no había llorado, me metí en mi cuarto,
puse el seguro y comencé a llorar mucho, mucho, mucho, no pude dormir,
los cuerpecitos de los niños y las reacciones de los papás me daban vueltas en la cabeza.

Me tenía que levantar temprano porque irónicamente al siguiente día era el bautizo de un sobrino mío
en la casa del arzobispo, eran varios niños a bautizarse.

Me senté atrás y no paraba de llorar en toda la misa porque mientras se llevaba a cabo la ceremonia tenia contradicciones,
por un lado, le daba gracias a Dios por mi hermoso y sano sobrino, por la bendición que se estaba derramando sobre su vida,
pero al mismo tiempo sabía que se estaban haciendo decenas de misas en ese momento donde los papas que anoche yo había abrazado
estaban despidiéndose para siempre de sus pequeños.
Gracias a Dios yo no conocía el amor de madre todavía
porque no hubiera podido soportar esas escenas que viví una noche anterior.

Al siguiente día me asignaron al hospital IGNACIO CHAVEZ, fui y lo primero que veo es a una maestra en la puerta
de un área controlada con la lista de asistencia del salón de clases preguntando al guardia por cada uno de los niños,
una maestra con el brazo con quemaduras que no se había atendido bien todavía, ella estaba angustiada y algo que pensé en ese momento.

¡LAS MAESTRAS! Ellas pasan incluso más tiempo con sus hijos que los propios padres, porque hay niños que están
en la guardería hasta pasando medio día con ellas, las maestras los amaban como sus hijos y la maestra había andado
de hospital en hospital buscando a sus niños, no era la única; hasta describía cómo andaban peinados ese día,
se acordaba perfectamente de los detalles.

Reuní a las maestras que estaban ahí, eran varias como cinco aproximadamente.
Las llevé a un consultorio porque andaban cada quien por su lado y fue muy interesante lo que escuché, ellas TENÍAN DUELOS MÚLTIPLES.
Entre ellas se empezaron a preguntar por sus niños con las listas, andaban desesperadas, tal niño: yo lo saqué, su papá lo recogió,
tal otro: está internado en tal hospital, tal otro niño: se murió, decía alguna y se soltaban llorando tanto como los padres un día antes.

Platicaron cosas que ahora me atrevo a decir porque eso que ellas decían pudo haber evitado la tragedia,
por ejemplo: «Y al final, el incendio ¿qué fue? le preguntó una a la otra y contestaba: «Pues lo que le decíamos siempre a Protección Civil, la bodega de atrás.
Cuando nos ponían a hacer los ejercicios de detectar cosas peligrosas decenas de veces les dijimos de la bodega, ¿se acuerdan?

Que íbamos e inspeccionábamos y sabíamos que era una bomba de tiempo, que estaba lleno de cosas muy peligrosas».
Ellas sabían…creo que un grupo muy olvidado en este proceso fueron ellas, no he visto que salgan en ningún documental ni sus declaraciones,
cuando ellas vivieron los últimos segundos de aliento de muchos niños.

Ellas son unas heroínas, las vi desgarrarse, no por uno sino por TODOS los niños que eran sus hijos de 7 a 4 pm. De lunes a viernes.
En la sesión intercambiaron información muy importante, pero todas ellas estaban desesperadas dolidas y andaban
como alma en pena recogiendo los restos de información de sus pedacitos de vida.

Ellas quienes muchas veces son las primeras en verlos caminar, enseñarles a que vayan al baño, en darles de comer cosas sólidas…
¿Por qué escribo esto hoy?

Porque es un dolor que he llevado conmigo muchos años y he visto con tristeza como muchas personas se han ido olvidando
de que tan grande fue la tragedia y la pérdida, el movimiento ABC no debe de perder fuerza, en MÉXICO no se HIZO nada para aclarar los hechos,
en Japón un tsunami y renuncia el presidente de la República, en Corea en el tema del barco renuncia el vicepresidente de Corea
y van a la cárcel el dueño del barco y toda la cadenita de corrupción pero en México nadie se mueve de su lugar
y dicen que es demasiado complicado que todos y nadie tiene la culpa, era para que hubiera renunciado el Presidente de la República,
y de ahí para abajo todos los que por una u otra razón no hicieron bien su trabajo de proteger a los niños.

Escribo porque con tristeza he escuchado y visto comentarios muy pero muy fríos y desafortunados.
Hubo un médico muy afamado en la región que me dijo: «Se mueren miles de niños todos los días en muchas partes del mundo aquí fue un lugar más,
¿por qué tanto drama?».

Estoy segura que si hubiera sido su hijo no pensara lo mismo, hubo también quien dijo en una ocasión
que le parecía una tontería que un papá ABC rayara el palacio municipal, que si ¿para qué lo hacía?
Que era inútil y que no lo llevaba a nada, que nada mas demeritaba el movimiento ABC.

Hubo también quien he escuchado decir: «¡ya que lo superen! No pueden vivir así para siempre»….
Por eso fui tan descriptiva en los detalles, para que se den una idea todas estas personas escépticas y que se atreven a decir esos comentarios,
que se den cuenta del dolor tan grande que significa la pérdida de un hijo, sobre todo perderlo POR CORRUPCIÓN,
por INJUSTICIA, y en una de las dos peores muertes que puede tener un niño.

Yo les digo a ustedes que demeritan el movimiento de los Padres ABC que no tienen la menor idea del dolor que se vivió ahí adentro
y el dolor que continúo con la pérdida, las injusticias y los niños que quedaron vivos pero lesionados.

Rayar una banqueta es lo que MENOS pueden hacer los papás para tratar de darle salida al coraje de la injusticia
y poder desquitarse de quien no los defendió cuando millones les pagamos de nuestros impuestos para que nos cuiden.
Créanme, que es la manera menos delictiva de procesar esas imágenes de sus niños calcinados cada vez que se les vienen a la mente
y el que se mueran miles de niños en todo el mundo todos los días no es algo a lo cual nos debiéramos de acostumbrar,
al contrario, evidencia el atraso que tenemos como seres humanos que somos consumistas y que la riqueza de muchos
está construida en la tumba de esos niños que se mueren en todo el mundo, debido a la corrupción y la desigualdad económica.

Y para los que dicen: “¡ya que lo superen!”
Permítanme reírme de ustedes y si pudiera lo hiciera en su cara.

Estoy segura que tú que dices eso estas frustrado por cosas menores, una cosa es afrontar la pérdida de un hijo por situaciones de enfermedad
y otra muy diferente saber que a ese bebé tuyo NO LE TOCABA MORIR que más bien LO MATARON,
que murió porque faltaba atención medica, salidas de emergencia, medicinas y equipo necesario.

Eso es muy muy difícil de superar y cada padre tiene el DERECHO de tardarse lo que se le dé la fregada gana en superar un dolor de ese tamaño.
Y a los padres quiero decirles que no están solos y no son los únicos que se acuerdan de esos minutos,
yo también me acuerdo de esas escenas, yo estuve ahí con ustedes.

La vida me puso como testigo de su dolor y no fue en vano porque muchas, muchas, muchas cosas de mi vida han cambiado para bien
después de que viví esa experiencia junto con ustedes. No están solos, tal vez en este país las autoridades sí los dejaron solos,
pero los países que han avanzado hacia el primer mundo jamás hubieran permitido que esto sucediera y de haber sido así
créanme que no les alcanzaría la vida para llenarlos de facilidades para poder vivir con ese dolor y esa perdida.

No pierdan la perspectiva de lo correcto y lo incorrecto, ustedes están en lo correcto,
en lo exigen y se me hace poco comparado con el dolor que los vi vivir y ni se diga el que continúan viviendo y
también quiero decirles que los admiro por seguir viviendo, por la compasión y por la fortaleza de retomar sus actividades
y les recuerdo que no olviden que hay una promesa desde el cielo que algún día nos volveremos a encontrar con nuestros seres queridos
y ese momento sí va a suceder, podemos vivir en esa esperanza.

El espíritu nunca cesará de ser,nunca hubo un tiempo en que no existió.
El fin y el principio son sueños.

Sin nacimiento, sin muerte y sin cambios el espíritu permanece eterno.
La muerte no lo afecta aunque parezca su morada.

A la sociedad en general, quiero decirles que no abandonen a los padres no porque pasan años el movimiento ABC debe de perder fuerza, al contrario.
Todos perdimos cuando esos niños se fueron al cielo porque a cada ser humano se nos entrega un DON,
un regalo, un propósito, algo que solamente esa persona puede hacer y nosotros le damos vida esos dones que se nos entregan.

Tal vez entre esos niños estaba el próximo científico que iba descubrir la cura para el cáncer,
o un poeta extraordinario o alguien que marcara la diferencia en este mundo para bien y no a través de su muerte y esos dones se fueron con ellos,
se murieron con ellos, porque nunca se repiten.

Y es por eso que todos nosotros, el mundo, el planeta y el universo entero perdimos.
A los padres que tienen a sus niños en guardería les digo que hay muy poquitas (menos de 10%) de las guarderías en el Estado
que cumplen con los requisitos necesarios para que TU HIJO se salve de una tragedia cómo está.

¿YA AVERIGUASTE SI EN DONDE ESTA TU HIJO ES UNA DE ELLAS?
¿Ya sabes cuáles son los requisitos para una guardería sea segura?
¿Me vas a decir que le preguntaste a los mismos de la guardería?

Claro que ellos te van a decir que todo está en orden, no seas cómodo y en verdad ten lealtad con tu hijo que no te de vergüenza preguntar,
que no te de vergüenza exigir. Estamos en un país tan pero tan corrupto que no creas que el hecho de que ya pasó una vez no volvería a pasar.
Hazlo por tu hijo, es lo más importante que puedes hacer por él además de amarlo y cubrirle sus necesidades.

A todos en general, gracias por leer estas palabras, esto es algo muy mío, una experiencia que en realidad me cambió la vida,
pero como dice Kubler Ross: «La muerte se ha vuelto una vieja conocida mía a la cual le he visto el rostro en más de una vez,
pero mi Espíritu sabe que estamos aquí de paso y que nacer significa morir, pero solamente a este cuerpo
porque nos espera otra vida una perfecta gobernada por Jesús».

Le doy gracias a mi madre quien ha sido guerrera y mi ejemplo de fe y lucha por la vida
y le doy gracias a mi esposo que estuvo a mi lado en cada momento sin juzgar, acompañando
y solidarizándose en las diferentes manifestaciones de mi dolor.

¿Es realmente lo que parece?
¿Qué hay en realidad debajo de ese túnel?
Es como mirar por un embudo.
¿Debo atreverme a abrir la puerta
y encontrarme con que esa habitación no tiene puerta?
Hay una luz resplandeciente que debo ver.
¿Me busca alguien? he decidido abrir la puerta.
¡Oh!, qué agradables parecen todos, son Ángeles del cielo.
Y al mirarme me veo toda bonita y agradable.
Hermosos niños correteando por todas partes.
No, no os asustéis, amigos míos.
Todo el mundo es amable aquí.
Abro la puerta y dejo pasar a la gente.
Muchos entran, pero ninguno sale, porque todos quieren estar aquí.

Psic. Olga Lizet González Domínguez.

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