Oraciones bellas

ORAR, LO QUE ES Y LO QUE NO ES

abril 4, 2014

ORAR, LO QUE ES Y LO QUE NO ES
La oración es buscar a Dios, es ponernos en contacto con Dios,
es encontrarnos con Dios, es acercarnos a Dios.
Orar es llamar y responder.

Es llamar a Dios y es responder a sus invitaciones.
Es un diálogo de amor.
Santa Teresa dijo en una ocasión: «Orar es hablar de amor con alguien que nos ama».
La oración no la hacemos nosotros solos, es el mismo Dios (sin que nos demos cuenta)
el que nos transforma, nos cambia.

Podemos preguntarnos, ¿cómo? Aclarando nuestro
entendimiento, inclinando el corazón a comprender y a gustar las cosas de Dios.
La oración es dialogar con Dios, hablar con Él con la misma naturalidad y sencillez
con la que hablamos con un amigo de absoluta confianza.
Orar es ponerse en la presencia de Dios que nos invita a conversar con Él gratuitamente,
porque nos quiere.

Dios nos invita a todos a orar, a platicar con Él de lo que más nos interesa.
La oración no necesita de muchas palabras, Dios sabe lo que necesitamos antes de que se
lo digamos.

Por eso, en nuestra relación con Dios basta decirle lo que sentimos.
Se trata de «hablar con Dios» y no de «hablar de Dios» ni de «pensar en Dios».
Se necesita hablar con Dios para que nuestra oración tenga sentido y no
se convierta en un simple ejercicio de reflexión personal.

Cuanto más profunda es la oración, se siente a Dios más próximo, presente y vivo.
Cuando hemos «estado» con Dios, cuando lo hemos experimentado, Él se convierte en
«Alguien» por quien y con quien superar las dificultades. Se aceptan con alegría los sacrificios
y nace el amor.

Cuanto más «se vive» a Dios, más ganas se tienen de estar con Él.
Se abre el corazón del hombre para recibir el amor de Dios, poniendo suavidad donde había
violencia, poniendo amor y generosidad donde había egoísmo.
Dios va cambiando al hombre.

Quien tiene el hábito de orar, en su vida ve la acción de Dios en los momentos de
más importancia, en las horas difíciles, en la tentación, etc.
En cambio, si no oramos con frecuencia, vamos dejando morir a Dios en nuestro
corazón y vendrán otras cosas a ocupar el lugar que a Dios
le corresponde.

Nuestro corazón se puede llenar con:
el egoísmo que nos lleve a pensar sólo en nosotros mismos sin ser
capaces de ver las necesidades de los que nos rodean,
el apego a las cosas materiales convirtiéndonos en esclavos de las cosas
en lugar de que las cosas nos sirvan anosotros para vivir,
el deseo desordenado hacia los placeres, apegándonos a ellos como si fueran lo más importante.
El poder que utilizamos para hacer nuestra voluntad sobre las demás personas.

Lo que no es la oración
Algunas veces podemos desanimarnos en la oración, porque creemos que estamos orando,
pero lo que hemos hecho no es propiamente oración.
Para distinguirlo podemos ver unos ejemplos:
Si no se dirige a Dios, no es propiamente oración.

En la oración nos comunicamos con Dios.
Si no buscamos una comunicación con
Dios, sino únicamente una tranquilidad y una paz interior, no
estamos orando, sino buscando un beneficio personal.

La oración no puede ser una actividad egoísta, debe siempre buscar a Dios.
Debemos estar pendientes en nuestra oración de buscar a Dios y no a
nosotros mismos, porque podemos caer en este error sin darnos cuenta.

Si no interviene la persona con todo su ser (afectos, inteligencia y voluntad) no es oración.
Las personas nos entregamos y nos ponemos en presencia de Dios con todo nuestro ser.
Orar no es «pensar en Dios», no es «imaginar a Dios», no es una actividad
intelectual sino del corazón que involucra a la persona entera.

Si no hay humildad y esfuerzo no es oración.
Para orar es
necesario reconocer que necesitamos de Dios.
Si no hay un diálogo con Dios, no es oración.
Si únicamente hablamos y hablamos sin
escuchar, nuestra oración la reducimos a un monólogo, que en lugar de hacernos crecer
en el amor nos encerrará en el egoísmo.

Cuando dejamos de mirar a Dios y nos
centramos en nuestros propios problemas, no estamos orando.
Cuando retamos o exigimos a Dios tampoco estamos orando, pues nos estamos
confundiendo de persona.

Dios es infinitamente bueno y
nos ama. No podemos dirigirnos a Él con altanería.
Si no nos sentimos más identificados con Jesucristo no hemos hecho oración.
Se trata de poco a poco en la oración identificarnos con Cristo para poder actuar como Él actuaba.

Si no tenemos un fruto de más amor a Dios, al prójimo y a nosotros mismos, no hemos
hecho oración.
La oración debe verse reflejada en nuestras vidas.

Si quieres compartir esta reflexión:

You Might Also Like

  • Martha Mayeka Carrasco mercado febrero 26, 2017 at 9:26 am

    Me parece muy importante las explicaciones que se muestran en el contenido de cada cuadro.

  • error: El Tren de la Vida